
¿Afortunada o bendecida?
¿Quién te acompaña? Dios. ¿Quién cuida a los que amas o lo que amas? Dios.

Me siento bendecida por no estar sola y por haber nacido en un hogar iluminado, donde el cielo siempre parece despejado. Escuchar el sonido de los pasos de mi abuela al salir de su habitación por la mañana, la calidez de tener a una mamá con quien puedo conversar sin aburrimiento ni espejos, y la tranquilidad que siento al saber que todos en casa y los que están afuera están bien al salir o regresar. Esta realidad no solo me brinda seguridad, sino también vida.
Dicen que el estrés es la causa de muchos males, y no lo dudo. Desde junio hasta agosto, cargué un estrés que sé que volveré a experimentar, quizás con más calma o tal vez no. Esos meses los dediqué a prepararme para la prueba ICFES. Tuve la oportunidad de ingresar a un curso riguroso que exigía mi voluntad para completarlo. Cuando comencé el 6 de abril de 2024, el miedo me invadía. Sin embargo, con el tiempo, comprendí que fue una experiencia necesaria y enriquecedora.
Mis días eran agotadores, especialmente en junio, cuando se puso a prueba mi resistencia. Despertaba a las 5 a.m., salía de casa a las 6 a.m., regresaba a las 6 p.m. y me dormía a la 1 a.m. Al principio, estaba motivada y lista para dar lo mejor de mí, pero pronto mi objetivo se convirtió en no quedarme dormida. El cansancio y el miedo a que tanto esfuerzo fuera en vano me invadían. Aún lloro al recordar esos momentos en los que no quería compartir mis sentimientos con nadie.
Recuerdo un día en particular, cuando llegué a casa después de recibir el resultado del segundo simulacro. Me derrumbé y lloré, hablando en silencio con Dios en mi cuarto. Allí, le pedí motivación y energía; sabía que no era momento de rendirme. Me esforcé un poco más. El 11 de agosto, recibí el resultado de mi tercera prueba y grité de emoción. Suelen decir que la tercera es la vencida, y creo que esa fue una parte clave de mi historia: obtuve un muy buen resultado que revivió mi ánimo.
Mi mamá siempre estuvo ahí para alentarme, recordándome que si me esforzaba como lo hacía, tarde o temprano lograría mis metas. Aún me quedaba una última prueba el 18 de agosto. Desde ese día no he dejado de pensar en el resultado, que definirá mi futuro. A partir de ahora, voy a recordar 1 Pedro 5:7: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros". Pensar demasiado solo trae ansiedad. Mejor ora y deja todo en manos de Dios.